Observaba la foto con detenimiento. Una panorámica de la ciudad de Toledo, al parecer datada en 1857. Fue desgranando todo aquello que conocía, al tiempo que aparecieron detalles totalmente desconocidos de la ciudad, muchos desaparecidos. No en vano, la ciudad había cambiado más de lo que aparentaba.
A vueltas con Toledo
Postales toledanas desde otro mundo
miércoles, 27 de agosto de 2025
Panorámica con sorpresa
miércoles, 20 de agosto de 2025
Un museo con... encanto
Cada día paseaba a lo largo de la gran sala. Era lo que tenía estar prejubilado y sin ataduras, podía dedicar su tiempo a lo que quisiese. Pero llevaba una temporada que casi todos los días entraba a primera hora en aquel museo, cuando todavía no habían llegado los turistas. De manera directa iba al mismo sitio, la larga sala llena con los retratos de los apóstoles, y en medio de todos ellos el Salvador. Y allí estaba durante un largo rato, tampoco excesivo, pero lo suficiente como para que la funcionaria que guardaba la sala se hubiese percatado de su visita casi diaria desde hacía tiempo. Aparecía por la escalera de acceso, iba desfilando lentamente por todos y cada uno de los retratos mientras parecía musitar algo, hasta que llegaba al fondo de la sala y desaparecía por el corredor con una ligera sonrisa dibujada. Y así de manera reiterada.
Pero aquella mañana hubo algo diferente. El hombre entró y fue transitando ante los diversos retratos, actuando de la misma manera, pero a medio camino de la sala se le acercó la funcionaria, lentamente. Él notó su presencia y se giró extrañado, no estaba haciendo nada raro como para que ella le llamase la atención. Se miraron directamente pero él no sabía qué estaba ocurriendo.
Tras unos instantes, en la cara de ella fue aflorando una sonrisa, casi pícara, que él no supo entender, hasta que se arrancó diciéndole:
—¿A usted también le hablan?
La cara del hombre era un poema y, pese a que abrió la boca en un intento de decir algo, no logró emitir palabra alguna. La reacción de él provocó, pese a que trató de evitarla, una sonora carcajada en la chica que resonó en la sala vacía.
Finalmente el visitante rehízo un poco la compostura y solo atinó a decir sinceramente:
—¿Usted también los escucha?
—No solo los escucho, hablan conmigo. Además alguno de ellos me ha tirado los trastos, pero obviamente estamos en planos totalmente distintos— Ante esto último sí que rieron los dos.
El hombre la miraba sin saber exactamente por dónde salir. Aunque sabía que su razón tenía. O, directamente, su sinrazón.
—Disculpe, pero sinceramente pensaba que eran pequeños delirios o juegos de mi mente que no adivinaba a comprender pero que en el fondo me resultaban reconfortantes. Yo, hablando con estas grandes figuras de la historia. Qué decir.
—Sí, es increíble— reafirmó la chica mientras le miraba atentamente y el tiempo parecía detenerse entre los dos. Tras ese rato aparentemente congelado, ella retomó la conversación:
—¿Le gustaría discutir todo esto en torno a un café…? —Inmediatamente se escuchó un murmullo en la sala que cogió desprevenido a los dos y miraron alrededor pero no había nadie, Solo ellos y… los cuadros.
Los dos volvieron a reír mientras se miraban con complicidad.
—¿Y? preguntó ella tratando de que contestase a su pregunta.
—Creo que estaría bien —admitió él y añadió:
—Pero no aquí, Tomás es muy chismoso y un incrédulo..
—Sí, y Pedro lo niega todo tres veces y no le parecerá bien. Mejor a la cafetería. A media mañana tengo el descanso, si le parece bien.
Se despidieron mientras sentían las miradas de los apóstoles fijas en ellos. Ya les preguntarían en otro momento su parecer.
martes, 23 de enero de 2024
La increíble historia del Hombre Bolo
Ya le quedaba poco para llegar a la ciudad. El último tramo en autobús no se le estaba haciendo largo; la verdad es que su compañera de asiento era amena de conversación. Cuando le contó lo que había estudiado, ésta, alabó su vocabulario y dicción. Tiempo y dinero bien empleado dijeron ambos. Y eso que algo había que ensombrecía al joven. Pese a sus avances lingüísticos la sospecha de no ser tan ducho en la materia como aparentaba le tenía inquieto. Aún así, siguió con su conversación tratando de mostrar buenos modales lingüísticos y evitar malos pensamientos.
Tras un rato, en el horizonte, apareció la silueta toledana y algo se removió dentro que le llevó a dar un pequeño respingo. Su compañera le preguntó si le pasaba algo.
—Nada, nada. Solo un escalofrío, debe ser el gusto de volver a casa. Es que ¡alhaja! soy como el Almendro...
La mujer le miró sorprendida y el chico sonrojado le pidió disculpas. Pero de repente volvió a soltar un
—¿Qué te pasa? —volvió a inquirir más sorprendida aún.
El chico no sabía dónde meterse. Las palabras salían sin poder evitarlo.
—Perdón, es que soy un tontolbolo ... —en ese momento el autobús hacía su entrada en la ciudad y el muchacho soltó —y es que ya estamos en mitad del medio y tengo que subir a Toledo en el katanga...
La mujer no salía de su asombro.
Y continuó diciendo —Bueno, vamos a ver, que creo que estoy montando un pisto por nada. Que esto es una risión, vaya...
Ella lo miraba pensando que dónde estaba ese chico tan bien versado con el que estaba hablando hacía unos minutos.
—¿Pero qué estas diciendo, por favor?
-—¡Arroz pegao! Ya quisiera yo, pero he pasado una noche toledana y estoy temoso a más no poder ¡Anda papo que...!
—Pa'chasco, es que tiene que ser uno cabalito siempre cascando ¡Anda, bolo!
Afortunadamente el autobús entraba ya en la estación y aquello se iba a terminar. Qué momento, qué forma de volver a casa. Estaba claro que fuera de la ciudad era un tipo normal pero cuando llegaba a su pueblo se transformaba en el increíble Hombre Bolo. Sabía que algo le tenía inquieto ¡Jodío mochuelo!
Perrengue Noche toledana
Copón Temoso
Tontolbolo Anda papo
Mitad del medio Pa'chasco
Katanga Anda, bolo
Montar un pisto Jodío mochuelo
Risión
domingo, 24 de diciembre de 2023
Una estatua (o dos)
El paseo estaba resultando agradable por aquel parque prácticamente vacío y gozando de los primeros rayos del sol de primavera. Decidió sentarse en un banco de piedra, admirar un poco el paisaje y saborear la tranquilidad del lugar.
Inesperadamente escuchó un "buenos días" muy cercano que le sorprendió. Miró alrededor pero no vio humano a la vista. "Aquí arriba" volvió a escuchar. Levantó la mirada y efectivamente allí estaba, una estatua medianamente escondida entre dos árboles que lo flanqueaban.—Buenos días —repitió el saludo la figura de piedra.
—Buenos días —respondió sorprendido el paseante.
—Sí que son buenos —continuó la estatua—. Con este sol, a ver si es posible que entremos en calor. Comprenderá que hecho como estoy de piedra es difícil calentar este cuerpo.
Nuestro hombre miró alrededor aún pasmado, y tras pensarlo un poco se lanzó a hablar:
—Y ¿qué tal, cómo va?, preguntó por decir algo.
—No voy a quejarme. Por fin, alguien con quien hablar.
—Ya, —y tras un momento de vacilación y mirando alrededor continuó —¿Y aquella otra estatua que está enfrente? —espetó por ver por dónde salía la cosa.
—Calle, calle. No hay quien le entienda. Es un antiguo, solo habla godo, y además mire qué adefesio de hombre. Una pena, oiga. Wamba, creo que se llama.
—Córcholis, un godo ¿Y usted es? ¿con quién tengo el gusto?
—Alfonso VII; rey de León, de Galicia, de Castilla, de Nájera, de Zaragoza, de Toledo, de Baeza y Almería… contestó mientras se le iba llenando el pecho de orgullo.—Para nada, señor mío. Por ello estoy aquí en lo alto. Además podría escribir un libro de tanto que han pasado ante mis ojos desde que me plantaron en semejante lugar. Aunque he de decirle que primero me colocaron delante del puente de San Martín; aquello no estaba nada mal, qué vistas y qué de gente pasaba. Luego ya me trajeron a este parque donde llevo más de un siglo. Aquí se está fresquito y muchas cosas han pasado desde entonces. Desde una guerra entre hermanos hasta señores en bicicleta, como el Bahamontes ese; y la feria todos los años, qué ruido y que mandangas. Pero por lo demás, tranquilo. ¿Y usted, qué?¿todo bien?
El paseante claramente afectado por la situación resopló y respondió desanimado:
—Pues ahora realmente no sé qué decirle. La verdad es que estaba haciendo tiempo antes de mi visita al médico.
—Qué me dice. Espero que no sea nada de gravedad.
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El Godo |
—Un médico experto en problemas de la cabeza —. Ayuda con los problemas mentales y eso.
—¡Ah, ya! Yo tuve uno de esos.
—¿Y le ayudó?
—Más bien no. Fue al río atado de pies y manos. Trataba de meterse en mi cabeza y por ahí no pasé. Me dije: Alfonso, cuidado con este. Y antes de que fuese a más ¡zas, al agua!*
—Qué expeditivo es usted.
—A las malas hierbas hay que cortarlas de raíz que luego...
—En fin —le cortó el paseante, —debo irme. Creo que ya es suficiente. Muchas gracias y hasta otra, d. Alfonso. Que le vaya bien.
—Igualmente, mi joven amigo. Y cuídese de los médicos. A esos hay que tenerlos lo más lejos posible.
El hombre asintió con la cabeza y emprendió la marcha apresurado, pero al alejarse oyó unas palabras ininteligibles que le hablaban. Era el godo pero no se quedó a escuchar, con un desvarío ya había tenido suficiente. Aceleró aún más el paso tratando de salir de allí. A ver cómo le contaba esto al médico.
Un poco de historia:
Diseminadas por los alrededores de la muralla toledana podemos encontrar las estatuas de seis antiguos reyes españoles. Al parecer formaban parte de una serie de esculturas mandadas hacer por Fernando VI allá por el siglo XVIII para embellecer el Palacio Real de Madrid. La cosa no cuajó y las figuritas acabaron en un almacén hasta que alguien avispado de nombre Antonio Ponz, a la sazón secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, consiguió de Carlos III que fueran abandonando tal lugar con destino a diversos puntos de la geografía española. Ocho de ellas acabaron en esta ciudad, aunque dos desaparecieron durante la Guerra Incivil. Sisenando, Sisebuto y Wamba; y los Alfonsos VI, VII, y VIII son los que nos quedan. Los nombres no sabemos a ciencia cierta si son los suyos pues algunos de los personajes esculpidos perdieron el rótulo correspondiente con tanto peregrinaje. En cualquier caso ahí las tenemos, embelleciendo la ciudad.
*(Licencia poética. No sabemos a ciencia cierta si sucedió pero es seguro que de haber pasado merecido lo tendría).
martes, 19 de julio de 2016
Los caballeros de la Orden de Toledo
Así que vista la base y el plantel el insigne Buñuel establecerá una serie de normas para la Orden:

viernes, 15 de julio de 2016
Semana Santa Toledana
jueves, 14 de julio de 2016
Gloria Fuertes
Publicado el 21/05/2015