martes, 23 de enero de 2024

La increíble historia del Hombre Bolo

Cuando les dijo a sus padres que se iba allí a estudiar filología española nos les convenció mucho pero les explicó que no hay lugar como Valladolid y alrededores para hablar correctamente el español, así que dieron el visto bueno aunque fuese a regañadientes. Y de allí no se había movido desde hacía tiempo tratando de aprender y asimilar el supuesto lenguaje puro del lugar.

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Había pasado mala noche; no solo por los nervios de la vuelta a casa, también el hecho de volver a ver a sus padres y, sobre todo, esperando que éstos estuviesen orgullosos de su hijo, ya licenciado y con los deberes hechos de un buen filólogo.

Ya le quedaba poco para llegar a la ciudad. El último tramo en autobús no se le estaba haciendo largo; la verdad es que su compañera de asiento era amena de conversación. Cuando le contó lo que había estudiado, ésta, alabó su vocabulario y dicción. Tiempo y dinero bien empleado dijeron ambos. Y eso que algo había que ensombrecía al joven. Pese a sus avances lingüísticos la sospecha de no ser tan ducho en la materia como aparentaba le tenía inquieto. Aún así, siguió con su conversación tratando de mostrar buenos modales lingüísticos y evitar malos pensamientos.

Tras un rato, en el horizonte, apareció la silueta toledana y algo se removió dentro que le llevó a dar un pequeño respingo. Su compañera le preguntó si le pasaba algo.

—Nada, nada. Solo un escalofrío, debe ser el gusto de volver a casa. Es que ¡alhaja! soy como el Almendro...

La mujer le miró sorprendida y el chico sonrojado le pidió disculpas. Pero de repente volvió a soltar un
—No me mires así que me va a dar un perrengue ¡copón!.

—¿Qué te pasa? —volvió a inquirir más sorprendida aún.

El chico no sabía dónde meterse. Las palabras salían sin poder evitarlo.

—Perdón, es que soy un tontolbolo ... —en ese momento el autobús hacía su entrada en la ciudad y el muchacho soltó —y es que ya estamos en mitad del medio y tengo que subir a Toledo en el katanga...

La mujer no salía de su asombro.

Y continuó diciendo —Bueno, vamos a ver, que creo que estoy montando un pisto por nada. Que esto es una risión, vaya...

Ella lo miraba pensando que dónde estaba ese chico tan bien versado con el que estaba hablando hacía unos minutos.

—¿Pero qué estas diciendo, por favor?

-—¡Arroz pegao! Ya quisiera yo, pero he pasado una noche toledana y estoy temoso a más no poder ¡Anda papo que...!

—Pero, oye! Creo que te estás pasando un poco…

—Pa'chasco, es que tiene que ser uno cabalito siempre cascando ¡Anda, bolo!

Afortunadamente el autobús entraba ya en la estación y aquello se iba a terminar. Qué momento, qué forma de volver a casa. Estaba claro que fuera de la ciudad era un tipo normal pero cuando llegaba a su pueblo se transformaba en el increíble Hombre Bolo. Sabía que algo le tenía inquieto ¡Jodío mochuelo!




Expresiones toledanas que le hacen a un toledano ser un buen Hombre Bolo:

Alhaja                                         Arroz pegao
Perrengue                                   Noche toledana
Copón                                        Temoso
Tontolbolo                                  Anda papo
Mitad del medio                         Pa'chasco
Subir a Toledo                            Cabalito
Katanga                                      Anda, bolo
Montar un pisto                         Jodío mochuelo
Risión